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Favor de contener la expectativa. Algunas notas sobre "Nosferatu" de Robert Eggers

Por: Administración
2025-01-29 01:17:00
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A 3 semanas de su estreno, con dos veces vista en el cine y terminando de releer Drácula, ahora ya hablo.

Me encantó toda la primer parte de la película, hasta esa presentación de la carroza y la decisión de “no mostrar”del todo al conde. La propuesta de solo verlo en las sombras o desenfocado, con sólo seguir su voz poderosa, me gustó.

Sin embargo, ya cuando se ve al conde “con la luz”; en esa escena del ataúd y se muestra desnudo y siendo un señor “bigote” ya no pude. Ya me generó risa. Sobre ese tema de su apariencia, por más que me quieran decir que el director se basó en el retrato original de Vlad Tepes, por favor… Eso hubiera sido genial.

¿Aquí dónde ven que el conde de Bill Skarsgård se parezca a esa imagen del siglo XVII? Y yo no lo demerito a él, pero dado que está irreconocible, pudieron haber puesto a un actor cualquiera y que Bill solo proporcionara su voz. Por un lado, me gustó la propuesta de que esta versión del conde fuera ser un ente nauseabundo y asqueroso. Se entiende que ese fue el objetivo (sobretodo con la escena final), pero usando la lógica; este “no-muerto” sigue con la misma constante de Drácula y los anteriores Nosferatu - el estar solo, sin servidumbre - entonces, ¿debo pensar que él se rasura y se deja del bigote?

Cuando es más que obvio que este ser no pasa como un “hombre vanidoso” (como podía ser el Drácula de Gary Oldman, todo arreglado). Simplemente no pude con eso, a pesar de leer que en la obra de Stoker se describa al conde con un bigote blanco, el resultado nuevo perjudica la sensación terrorífica que busca infundir desde el inicio. Por eso se me hacen decisiones creativas más acertadas las del pasado: en 1922 el vampiro era una especie de rata-hombre, casi insectoide y desaliñado, mientras que en 1979 el vampiro no tiene más que cejas. En cuestión general, no hay que ser ciegos. La factura técnica es impecable: escenarios, iluminación, vestuario, fotografía, maquillaje, etc. No hay queja, pero como proyecto global no me hace que cuaje del todo al final. En varias partes parecía más estar viendo una película de “posesiones”, que una de vampiros. Y en efecto, cuando recordé que previo a su estreno, la protagonista Lily-Rose mencionó haber tomado inspiración de Isabelle Adjani en Possession (1981).

Lamentablemente, esto hace ahora verla más como si tratara de imitar lo que hizo Adjani en esa, que pensar en dar algo diferente acá. Aunque hubiera preferido que me gustara más la película, no puedo evitar ver lo obvio: la disparidad del elenco. Por un lado, me encantó ver a Willem Dafoe como este Van Helsing, combinado con Albin Grau (1884-1971), quien fue un ocultista y productor/diseñador/artista de la Nosferatu de 1922. (Mi decisión de verla por segunda vez fue por este personaje).

Por otro lado, no soporté al Aaron Taylor-Johnson, quien se escucha patético. Sobretodo en sus escenas de drama, y donde se “pelea” con Lily. O esa innecesaria escena llorando en los ataúdes. El tono es muy diferente al resto de actores.

Siento que el resto del elenco está muy bien, me gusta ver al Ralph Ineson como un constante de Eggers (desde La bruja), el Nicholas Hoult, Lily-Rose Depp y Emma Corrin hacen bastante con un guion disperso.

Y el que me dio una sorpresa fue Simon McBurney como Knock, quien se ve que se comprometió bastante e hizo algo innovador para un personaje así de secundario. Un personaje que en las versiones anteriores parecía solo un loquito chistoso, aquí está creepy. Quizá mi el error fue ir con una expectativa tan alta, aún así, me atrevo a decir lo siguiente: este es el Robert Eggers ya cediendo a Hollywood y siendo ya un “cineasta más comercial”. Lejos quedó el realizador de La bruja y El faro, al usar aquí repetidamente los tan infames jump scare.

Porque al final de la película, me pregunté: ¿cuál fue la “propuesta innovadora” de este gran cineasta? Escenas como la del barco o las ratas, que son memorables en la de 1922 y la de 1979, mientras que aquí pasan sin pena ni gloria ¿Por qué entonces mencionar en los créditos finales que haces una mezcolanza y te basas tanto en el guion de Nosferatu de 1922 y en Drácula de Bram Stoker? Si el resultado final no será algo que esté a la altura. Cuando en 1922 se hace tal película, a pesar de haber sido demandados por “plagiar” a Stoker; Friedrich Wilhelm Murnau, Henrik Galeen y Albin Grau llevan su materialización de forma muy especial, que permea hasta la actualidad, ya que tuvo su propia identidad. Tanto así que, para 1979, cuando Werner Herzog hace la suya, la concibe como un homenaje, y también metiendo algo de su toque.

Mi recomendación es que si no han visto las anteriores, háganlo.

Jesús Zuñiga

Reynosa, Tamaulipas.


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