EJE CENTRAL. Geneviève Jeanningros, una monja de 81 años, sorprendió a los cardenales que daban el último adiós frente al ataúd del Papa Francisco en la Basílica de San Pedro, en Roma.
Y es que la religiosa, quien era amiga del Papa y pertenece a la orden de las Hermanitas de Jesús, rezó y lloró frente al féretro, saltándose el protocolo.
El protocolo para despedirse de un Papa que ha fallecido establece que los cardenales, obispos y personal del Vaticano deben ser los primeros en despedirse del santo padre; son embargo, nadie se atrevió a retirarla del lugar hasta donde llegó y en el que permaneció varios minutos.
En las imágenes del Vaticano se observa cómo los cardenales avanzaban uno a uno para despedirse del Papa Francisco, se ve a una persona que parece dar autorización a la monja para estar cerca del cuerpo.
Así, mientras otros despiden al líder de la iglesia católica en una especie de fila y en cuestión de segundos, la monja permaneció sola a un costado del féretro, rezando por varios minutos.
Geneviève Jeanningros es una religiosa que se dedica desde hace 56 años a asistir a las mujeres transexuales y a los feriantes de Ostia, la costa de la región de El Lacio, en Italia.
Mientras otros religiosos promovían la asistencia de políticos o personajes reconocidos a las audiencias papales, Sor Geneviève empezó a llevar cada miércoles a grupos de homosexuales y transexuales.
Incluso una mujer transexual fue asesinada poco después; ambas se habían tomado una foto, que la monja le llevó después al líder religioso, quien rezó por ella.
Aunque el Papa Francisco no fue como tal un defensor de la comunidad LGBT+, fue más abierto que sus antecesores, al grado de declarar: “¿quién soy yo para juzgarlos?”.
Sor Geneviève era una íntima amiga del Papa Francisco, quien la apodaba cariñosamente como la enfant terrible (niña rebelde).
En julio del año pasado, la monja logró que el Papa visitara el parque de atracciones de Ostia para encontrarse con los feriantes, en lo que pudo ser uno de sus últimos encuentros.
Tal parece que ahora este estrecho vínculo entre ambos movió a alguien en el Vaticano, para dar la orden de que se le permitiera estar tan cerca y ser de las primeras en despedirlo.