EL SOL DE TAMPICO. En Tamaulipas, de acuerdo con investigadores, es posible que uno de cada cinco habitantes vive en condiciones de hacinamiento, fenómeno que no solo implica viviendas reducidas, sino también la carencia de espacios comunes dignos y falta de respeto hacia los pocos que existen.
“En las ciudades de Tamaulipas, donde uno de cada cinco habitantes vive en condiciones de hacinamiento, la historia de la vivienda muestra un panorama lleno de contrastes”, advierte el libro “Diversidad habitacional en Tamaulipas: Una radiografía de la coyuntura actual”, editado por el Colegio de Tamaulipas.
“Esta realidad se vuelve más evidente al considerar las demandas geográficas y climáticas del Estado, con temperaturas que superan los 40°C y comunidades costeras expuestas anualmente a huracanes”, se lee en el libro.
De acuerdo con especialistas, el problema no es nuevo aunque en las últimas décadas se ha agravado debido a que las constructoras levantaron viviendas masivas bajo una óptica meramente comercial, sin contemplar los impactos sociales y emocionales en las familias.
Rubén Salvador Roux Gutiérrez, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Tamaulipas (IEST), recordó que este tipo de vivienda tiene antecedentes desde mediados del siglo pasado.
“Desde que aparecieron por primera vez las casas obreras en los años 50, se comenzó a gestar este problema. Edificios como los de Tlatelolco fueron el primer ejemplo de vivienda popular promovida por los gobiernos, pero con limitaciones que hoy siguen repitiéndose”, opinó.
Se presume que los desarrolladores, por fines comerciales, han omitido dejar espacios para desarrollo social dentro de los fraccionamientos / Miguel Díaz
Aunque la Constitución establece el derecho a una vivienda digna, la realidad es que gran parte de la población tamaulipeca vive en espacios reducidos, con escasas posibilidades de crecimiento.
Según el libro del Coltam las ciudades de la frontera tienen los casos más severos con 154 mil personas en hacinamiento solo en Reynosa, 134 mil en Matamoros y 107 mil Nuevo Laredo.
El libro “Diversidad habitacional en Tamaulipas: Una radiografía de la coyuntura actual” fue coordinado por Ulises Víctor Jesús Genis con la participación de Marco Antonio Moreno, María Magdalena García, Alejandro Iván Betancourt y Consuelo Gabriela Gallegos.
Roux detalló que en muchos fraccionamientos los vecinos no reconocen el carácter colectivo de áreas como banquetas, pasillos o escaleras, lo que detona conflictos y deterioro acelerado de los inmuebles.
“Uno de los elementos que han provocado la violencia intrafamiliar son los fraccionamientos. Sí, cumplen con el requisito de techo, pero no con los aspectos psicológicos”, apuntó Roux Gutiérrez.
En lo que va del año, únicamente en Altamira se han registrado ocho casos de riñas vecinales en zonas donde existe hacinamiento. El último caso del que se tiene registro sucedió el pasado 4 de agosto, EL SOL DE TAMPICO informó que en el fraccionamiento “Los Canarios” una pelea casi termina en tragedia, dejó como saldo a una persona lesionada.
Además de esta zona, Obeliscos, Los Mangos, Arboledas, Los Olivos, Paseo Real, Las Haciendas 2, Electricistas, Adelitas, Los Prados, Colinas de Altamira y Villas de Altamira son los lugares que han presentado casos de violencia.
El especialista advirtió que, al no existir arraigo ni participación en el diseño de estas viviendas, la población termina abandonándolas.
“Cuando recién se construyen, los conjuntos habitacionales parecen atractivos, pero con el tiempo, nadie asume la responsabilidad de mantenerlos, se deterioran, crece la delincuencia y finalmente se vuelven lugares riesgosos”, aseveró.
Sobre la posibilidad de rehabilitar colonias y edificios donde impera el hacinamiento, el académico fue claro: es prácticamente imposible.
“Es muy difícil hacer algo. La mayoría de estos fraccionamientos fueron diseñados bajo régimen de condominio, donde las áreas alrededor son comunes. Nadie puede construir hacia afuera, y quienes lo hacen incurren en ilegalidad”, explicó.
Por ello, muchos desarrollos habitacionales de Infonavit o Fovissste se han convertido en espacios rígidos, sin posibilidad de adaptación ni crecimiento, lo que los condena al deterioro y al desuso.
Con 38 años asentado en un departamento pequeño de Tampico, Genaro Raúl Guillermo Guzmán, quien además padece de una discapacidad, relató a EL SOL DE TAMPICO cómo es vivir en este tipo de lugares.
“Yo llegué en 1988 a Tampico, estuve casado pero me divorcié de mi segunda esposa, vivo en una casa chica, cuando es tiempo de calor es muy duro estar solo en el departamento, porque hace muchísimo calor y en tiempo de frío hace mucho frío”, compartió.
“Soy discapacitado, yo hago todas mis cosas, lavo, trapeo, barro, tiendo mi cama; procuro que algún vecino me ayude a bajar la silla”, narró.
Algunas personas con discapacidad tienen problemas para moverse entre los andadores de los departamentos, ya que no se construyeron rampas / Antonio Campos
No solo es al momento de estar en su domicilio, pues al salir a la calle, Genaro Guillermo tiene dificultad para tomar transporte público e ir a su trabajo como cocinero debido al reducido espacio de los andadores.
A pesar de este panorama, Roux Gutiérrez estableció que todavía hay alternativas si se replantea la manera de construir vivienda.
“Si las universidades con carreras de arquitectura e ingeniería participaran, podrían asesorar a los ciudadanos en el diseño y construcción de sus casas”, propuso.
De esta manera, el arraigo aumentaría porque la vivienda sería producto del esfuerzo de las propias familias, acompañadas por asesoría técnica.
“Una casa que les cuesta, que ellos mismos construyen, no la van a abandonar fácilmente. La van a cuidar porque tiene un valor sentimental y social”, finalizó.