Virginia y yo

Por: Patricia Garcés
2021-04-07 20:45:01
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Soundtrack para esta columna: Glitter in the air, Pink.
“It's only half past the point of oblivion
The hourglass on the table
The walk before the run
The breath before the kiss
And the fear before the flames
Have you ever felt this way?”

Miguel (ustedes conocen a Miguel, seguro leen su columna en este sitio) tuvo a bien regalarme la agenda “Todos deberíamos ser feministas en 2021” de Chimamanda Ngozi Adichie en diciembre del 2020. Yo soy una fanática de las agendas, si no lo anoto en mi agenda es 99% probable que lo olvide, no importa que tan trascendente sea el evento, pago o pendiente del día.

Bueno, dicha agenda trae la recomendación de un libro escrito por una mujer cada mes y resulta que la recomendación de enero era el de “Una habitación propia” de Virginia Woolf y yo, siendo enero y sintiendo esos aires de superioridad que a todos nos dan en enero, sí, esa idea loca de que ahora sí lograremos muchas cosas, ordené el libro de inmediato, luego dudé, pero yo lo había ordenado.

Dudé, porque ¿Qué se supone que me podía enseñar un libro publicado en 1929? “Va a ser tremendamente aburrido” pensé, pero el libro ya venía en camino. Cuando lo recibí me sorprendió su tamaño ya que es pequeño y tiene pocas páginas, aunque incluso con estas características aún no termino de leerlo, cúlpese a mi inclinación poliamorosa hacia los libros y a esa manía de no querer terminar los libros “buenos” porque ¿Quién quiere que algo bueno se termine?

Sabía yo un poco sobre Virginia Woolf, sí, pero nunca había tenido uno de sus libros entre mis manos. De nuevo, pensé en esa mujer de 1929 y en que seguro no tendríamos absolutamente nada en común. Comencé a leer y por ahí del segundo capítulo ya estaba yo riendo a carcajadas.

¿Pero quién es esta mujer tan brillante, con este sentido del humor tan negro, con esta ironía que le brota por todos los poros, con esta sensibilidad de ver lo que esta a la vista de todos pero que la mayoría ignora? Y me enamoré, sí, me enamoré de las verdades de ese libro, de su relevancia incluso en pleno 2021, pero, sobre todo, me enamoré de la mujer detrás de ese libro.

Y yo, siendo yo, investigué un poco sobre ella, sólo un poco ya que no me gusta entrometerme de mas en la vida de las personas y descubrí así que Virginia era hija de un segundo matrimonio, que tenia hermanos y hermanas y medias hermanas y medios hermanos, ¿no les maravilla a ustedes la facilidad con la que ahora puede uno encontrar datos de las personas, especialmente datos de personas “famosas” así con la simpleza de solo un click? Es fascinante pero también escalofriante, al menos para mí, el grado de detalle al que ahora podemos acceder.

Pude ver la firma de Virginia, saber que estuvo casada y con quién, obviamente no tuvo hijos porque como ella lo afirma en su libro una y otra vez en aquellos tiempos ¿sólo en aquellos tiempos? O criabas o creabas, las mujeres no podían darse ambos lujos. Conocí el nombre de su marido y también el de su ¿pareja?, enlistan ahí, entre el de su marido, el nombre de una mujer (Vita Sackville-West).

Aquí si tengo que admitir que perdí un poco el aliento ante la simpleza con la que nos muestran este detalle, probablemente muy íntimo, de la vida de Virginia, pero aquí estamos en pleno 2021 metiéndonos hasta las narices en su historia.

Otra de las cosas que me sorprendió es que pude escuchar su voz, 80 años después de su muerte aquí estoy, dando un click y escuchando a Virginia. No sé si a ustedes eso les sorprenda, pero es que yo no termino de creerlo. Y de pronto me entró esta loca idea, tan loca que aún cuando la escribo me da pena contárselas, pero es que tengo que sacarlo: Yo creo que si hubiéramos coincidido Virginia y yo podríamos ser amigas. Tenemos muchas cosas en común:

- Nos consideramos agnósticas o ateas.

- Nos gusta escribir.

- Tenemos un humor muy negro.

- Nos comunicamos a través de la ironía.

- Somos muy sensibles.

- Tenemos la capacidad de ver cosas que están ahí, que los demás no pueden o no quieren ver.

- Somos mujeres inteligentes.

- Padecemos ansiedad.

- Fuimos abusadas sexualmente en nuestra infancia.

- Somos feministas.

Dice la biografía de Virginia que “se ha sugerido que su abuso sexual le llevo a una vida de resistencia ante la autoridad masculina” y a mi no me queda más que reírme.

Aquí un poco de las palabras de esta mujer tan brillante, tal vez ustedes también se enamoren de ella tanto como yo, aunque cada una de sus frases daría para analizar y escribir interminables columnas: “porque las obras maestras no son realizaciones individuales y solitarias; son el resultado de muchos años de pensamiento común, de modo que a través de la voz individual habla la experiencia de la masa... porque los libros se siguen los unos a los otros, pese a nuestra costumbre de juzgarlos separadamente. Y también debo considerarla a ella -esta mujer desconocida- como la descendiente de todas estas mujeres sobre cuya vida he echado una breve ojeada y ver cuáles de sus características y de las restricciones que les fueron impuestas ha heredado”.

He pensado mucho en cómo Virginia decidió terminar con su vida, en el poder que tiene cerrar una misma el telón y no permitir que nadie mas te arrebate ese derecho. Por alguna razón lo relaciono con las 11 mujeres que mueren al día en este país sin quererlo y me atraviesa un dolor indescriptible. Si yo hubiera vivido allá o Virginia hubiera vivido aquí. Si fuéramos amigas ¿habría yo podido impedir que ella se fuera? O tal vez hubiera llenado mi abrigo de piedras y la habría seguido paso tras paso adentro de ese río.

Y así las cosas.



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Patricia Garcés

Reynosense. Licenciada en comercio internacional. Educadora sexual, Educadora y Consejera en Lactancia y Educadora en Salud Materna. Madre. #HomeSchoolMom. Sí, soy una de "esas feministas". Molestando a la humanidad desde 1976. Me gustan los perros. Nueva Karen por culpa de Ginger.

Correo electrónico: pat1228g@gmail.com

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