MILENIO. En las tierras cálidas del norte de Tamaulipas, donde el sol cae a plomo y el viento arrastra historias, nace el sorgo. Crece en silencio, sabiendo que el cielo no siempre es promesa. Es la espiga que resiste, resiliente como los hombres y mujeres del campo.
Es el grano que alimenta a México, que sostiene al agricultor aunque la adversidad arrecie. La planta que se dobla pero no se quiebra, tiñe de rojo el paisaje rural antes de la cosecha, aun en medio del calor abrasador y la falta de agua.
Ser el principal productor de sorgo en el país llena de orgullo a Tamaulipas. Tanto, que lleva una espiga de la planta en su escudo oficial como símbolo de identidad. El estado aporta casi la mitad del sorgo que utiliza el país para alimentar a vacas, cerdos y aves, y que los mexicanos puedan tener en su mesa carne, leche, queso y huevo.
La calidad de este cultivo esencial consolidó la producción como un pilar de la economía estatal. México también destaca a nivel mundial entre los tres principales productores, pero no le alcanza para ser autosuficiente, pues la demanda es aún mayor y tiene que comprar a Estados Unidos casi la mitad de lo que consume.
En los últimos años, el horizonte se tornó sombrío porque el grano enfrenta enemigos como la sequía, el bajo precio y la falta de apoyos financieros, todos flagelando al mismo tiempo. En un acto de desesperación, un grupo de hombres del campo bloqueó carreteras y el puente internacional Reynosa-Pharr. Su demanda: un precio justo que les permita seguir cultivando, pues desde hace varios años el pago está por debajo de sus costos de producción.
También se preparaban huelgas de hambre en protesta por el olvido oficial, pero el único resultado fue la aprehensión del dirigente del Frente Estatal de Productores Agropecuarios de Tamaulipas, Guillermo Aguilar Flores, acusado de interrupción de las vías generales de comunicación. Hoy, desde un arraigo domiciliario, enfrenta su proceso federal.
Hay quienes llevan más de 60 años dedicados a la siembra del cereal, ejemplo de adaptabilidad y resistencia. Su bajo requerimiento de agua lo convierte en el cultivo ideal para zonas de temporal y de riego, pero enfrentar una serie de obstáculos al mismo tiempo complica su permanencia.
En el ciclo agrícola 2024-2025, oficialmente más de 100 mil hectáreas dejaron de sembrarse y se estima que el próximo año quedará inactivo hasta el 40 por ciento, lo que implicará una derrama económica no generada en compra de diésel, refacciones, semillas, insecticidas, fertilizantes y la pérdida de miles de empleos directos e indirectos.
Mientras que la producción de sorgo en el ciclo otoño-invierno 2020-2021 fue de 1 millón 962 mil 831 toneladas en el estado, para 2024-2025 se registró 1 millón 464 mil 609, según datos de la representación estatal de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader). Tamaulipas lideró la producción, seguido de Guanajuato, Michoacán, Jalisco y Nayarit.
Sin embargo, los sorgueros tamaulipecos están descapitalizados, pues desde hace cuatro años el crédito al campo dejó de fluir con la desaparición de la Financiera Rural por decisión del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador.
Ante la falta de recursos económicos, a muchos no les fue posible empezar a preparar sus tierras desde finales de julio para aprovechar la humedad de agosto y septiembre. La siembra de temporal inicia el 20 de diciembre y la de riego el 15 de enero.
El relevo generacional pinta un panorama todavía más incierto, porque los actuales productores en su mayoría tienen más de 60 años de edad y están desmotivados, luchando por no darse por vencidos, mientras los jóvenes no quieren arriesgarse al no ver futuro en la actividad. Es un problema muy fuerte.
El precio del sorgo se fija tomando como referencia el precio futuro del maíz en la Bolsa de Chicago. Por lo tanto, su valor sube o baja junto con este, haciendo a los productores locales dependientes de factores externos como el clima y la oferta y demanda internacionales.
De acuerdo con información de la Unión Agrícola Regional del Norte de Tamaulipas (UARNT), en 2022 la tonelada se pagó a los productores del estado en 6 mil 500 pesos, pero al año siguiente bajó a 4 mil 300; en 2024 se redujo a 3 mil 300 y ahora, en 2025, su valor es de entre 3 mil 400 y 3 mil 500. El precio se desploma mientras el costo de los insumos se dispara.
“La inversión es de arriba de 4 mil 600 pesos y están pagando en 3 mil 500 la tonelada, no se están cubriendo los costos, es más caro ahora producir, pero antes se pagaba en más de 6 mil, entonces va a ir disminuyendo la superficie sembrada, se necesita por lo menos un 10% de ganancia y no pérdidas económicas”, señaló Jorge Luis López Martínez, presidente del Consejo Estatal Agropecuario.
En una región de producción agrícola comercial que necesita sembrar híbridos de buena calidad, es esencial recuperar la inversión.
El mosaico agrícola del norte de la entidad abarca 786 mil hectáreas, según datos de la representación de la Sader. Esta superficie es trabajada por 35 mil 223 productores, de acuerdo con el último censo del Inegi. El 95 por ciento de la tierra se destina al cultivo de sorgo y actualmente existen 200 centros de acopio con una capacidad total de 4 millones de toneladas.
Los principales destinos del producto son Jalisco, Coahuila, Guanajuato, Michoacán, Estado de México, Puebla y Tlaxcala. Todo para forraje de alimento animal, con una gran demanda debido a la alta calidad que lo caracteriza.
A pesar de las dificultades que enfrenta el principal pilar de la economía en el norte de Tamaulipas, es poco probable que se apueste por otro cultivo. La mayor parte de la infraestructura disponible está orientada al sorgo y, sobre todo, las condiciones naturales favorecen su siembra. Podrá disminuir la superficie sembrada, pero seguirá siendo el cultivo predominante.
Entre 1940 y 1963, el norte de Tamaulipas producía grandes cantidades de algodón para el mercado interno y de exportación, considerada “la época del oro blanco” por la riqueza que generaba la región de Matamoros, asumiendo el liderazgo de este cultivo, cuya derrama económica benefició al país entero.
Pero la caída de los precios internacionales, la competencia desigual con otros países, las plagas y la falta de apoyo gubernamental provocaron un declive en la producción. Entonces se empezó a sembrar más maíz y sorgo, llegando a producir millones de toneladas y así el estado recibió el nombre de “el granero de México”.
Al ver que un cultivo rústico como el sorgo se sembraba con éxito en el sur de Texas, resistiendo como pocos la escasez de agua, los productores lo convirtieron en su apuesta principal.
El grano llegó para quedarse y es un ícono de la producción agrícola del estado, llegando a sembrarse hasta 600 mil hectáreas en sus mejores tiempos.
Y aunque hoy en día ya “no sale”, los hombres del campo no dejan de intentarlo.
Es como un hijo enfermo que cuidan con amor y la esperanza de que “sane”, pero su cura demanda el agua como recurso esencial y que la política pública se enfoque más en la productividad como agricultura comercial que en el apoyo social.
“Tenemos ya más de 10 años con un problema muy fuerte en el Distrito 025 Bajo Río Bravo por la falta de agua, son 202 mil hectáreas que deberían regarse porque los usuarios tienen una concesión, sin embargo, la Conagua, al no haber agua en las presas, no otorga el plan de riego”, señala Juan Manuel Salinas Sánchez, gerente de la Unión Agrícola Regional del Norte de Tamaulipas.
Menciona que el año pasado solo se autorizó medio riego para toda la superficie, por lo que únicamente 100 mil hectáreas pudieron utilizar el recurso hídrico, aunque muchos productores no se arriesgaron a invertir debido a las bajas perspectivas de rendimiento.
Un gran problema para el sector es que los programas del gobierno van destinados a quienes producen menos, que constituyen el 70 por ciento del padrón, mientras aquellos que aportan casi tres cuartas partes del volumen estatal que se comercializa en el país son dejados a la deriva, sin la certeza de un precio de garantía que les permita, desde antes de la siembra, conocer a cuánto se les pagará el producto al momento de la cosecha.
“Esa estratificación nos juega en contra, porque para quien produce de 20 toneladas para arriba no hay apoyo”, señala Rogelio García Moreno, agricultor de cuarta generación y vicepresidente agrícola del Consejo Nacional Agropecuario.
Él proviene de una familia cuya historia con el campo empezó hace casi un siglo.
“Yo inicié en este negocio hace 41 años, pero de haber sabido, ni me dedico a esto”. Y no es para menos: “Hoy la agricultura sufre enormemente. En el norte de Tamaulipas vas a empezar a ver muchas tierras abandonadas. El campo envejece y empobrece por falta de políticas públicas que contribuyan a salvar los ciclos agrícolas”.
Subraya que el sorgo ha sido un cultivo de alto rendimiento, pero las cosechas cada vez se reducen más y va mermando la inversión privada.
El agricultor carece de respaldo gubernamental y los bancos no prestan dinero.
“Sin recursos no podrás tener las tierras listas cuando la naturaleza nos mande un trancazo de lluvia, es agua que se va a desaprovechar”.
García Moreno relata que en el pasado al sorgo se le consideró un producto básico y siempre hubo recurso público para apoyar la producción, hasta que llegó el Tratado de Libre Comercio en 1994 y las políticas gubernamentales marcaron un cambio.
Y es que, en el mercado abierto, México sufrió la competencia de importaciones de Estados Unidos. Pero lo peor llegó en 2019, cuando el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó eliminar los subsidios al crédito, a las coberturas y a los seguros agrícolas, destruyendo los esquemas de agricultura por contrato y desapareciendo los programas de comercialización e ingreso objetivo.
“Es imposible competir con los precios de Estados Unidos, donde los agricultores tienen subsidios y un respaldo enorme de su gobierno”, expone. Añade que en México se necesitan “trajes a la medida” para apoyar desde la Federación el cultivo de sorgo en las diferentes zonas productivas del país, conforme a las necesidades regionales, lo cual le fue planteado a Claudia Sheinbaum en campaña.
Destaca que se deben dejar los programas sociales para otras secretarías y enfocar el presupuesto de la Sader en impulsar la productividad, la ciencia, la tecnología y la infraestructura del sector, a fin de levantarse de la crisis y ser más competitivo.
“Al desaparecer todos los programas de apoyo a la productividad desaceleraron el crecimiento de la producción nacional, golpeando no solo al agricultor, sino a muchos actores de la economía y trabajadores del campo, sacrificando a millones de personas que dependen de la producción de alimentos, fuentes de empleo directas e indirectas”.
Otro reflejo de la crisis del campo, añade, es que las tierras que antes rentaban las viudas de agricultores hasta en 5 mil pesos por hectárea para sembrar sorgo, hoy se arriendan en 800 pesos porque escasea el interés por trabajarlas.
Por otro lado, Rogelio García reconoce que no todo es malo: el sector agrícola cuenta con un sistema fiscal con incentivos de la Secretaría de Hacienda, pero este resulta insuficiente.
“Somos muy resilientes, pero queremos que el gobierno nos sonría un poco, aquí no hay buenos ni malos, estamos todos juntos”.
Expresa que hoy por hoy no tienen opción: el sorgo seguirá siendo su cultivo predominante, aun cuando las tierras se cansen de lo mismo, pues el maíz es inviable al exigir más agua y las lluvias cada vez son más escasas.
Se prevé un encarecimiento de la carne de res, cerdo y pollo, y de sus derivados como leche, queso y huevo, de no haber una pronta solución a la problemática del sorgo, advirtió el presidente del Consejo Estatal Agropecuario, Jorge Luis López.
Y es que la producción estatal tiende a disminuir y los ganaderos tendrán que importar el grano o sustituirlo parcialmente por maíz, trasladando el costo al consumidor final.
Ante el Congreso del Estado se han presentado diversas iniciativas en busca de apoyo al sector. La diputada Marina Ramírez Andrade exhortó al gobierno federal a declarar el sorgo como cereal básico, como ya lo son el maíz, el frijol y el trigo, esenciales para la dieta de los mexicanos. La propuesta fue desechada por la mayoría morenista.
También solicitó un precio de garantía y mesas de trabajo con productores y funcionarios para analizar la problemática, lo que tampoco tuvo eco. Afirma que México tuvo que importar la mitad del grano que consume, debido a la caída de la producción, que advirtió, tiende a empeorar.
En esa tribuna se recordó al gobierno federal la promesa de otorgar una bolsa de mil millones de pesos para compensar las pérdidas económicas de los productores, lo que hasta ahora sigue pendiente. La diputada panista acudió un día al Congreso del Estado vestida de negro, en señal de luto por la muerte del campo.
Los sorgueros de Tamaulipas seguirán sembrando, tejiendo con cada surco una historia de esfuerzo y esperanza, reflejo fiel de la fortaleza de su gente y su tierra.